El 20 de abril del 2008 una gran mayoría del pueblo paraguayo optó por iniciar un cambio profundo en lo político, social y económico. Este hecho histórico sintoniza con los cambios democráticos, patrióticos y populares de América Latina. Sin embargo, los sectores conservadores están empeñados en hacernos creer que el verdadero sentido de dicho “cambio” es apenas la alternancia en el gobierno entre los partidos del sistema.
El cambio por el que optó esa gran mayoría popular ese 20 de abril va mucho más allá que un simple cambio de gobierno, estamos seguros que marcó el comienzo del fin de un proceso de dominación que por más de sesenta años encabezado por una camarilla militar de generales vendepatria y de dirigentes vendidos del Partido Colorado y de otros sectores colaboracionistas con el régimen dictatorial.
A partir de esta nueva situación determinada el 20 de abril con la victoria electoral contra el continuismo, se empieza a abrir un escenario de disputas entre quienes se oponen a un proceso de transformaciones y quienes apostamos por la lucha frontal contra el autoritarismo y el populismo, contra la democracia fraudulenta, contra la corrupción y la impunidad, por la recuperación de la soberanía política y económica, social, territorial y energética, de nuestros recursos naturales (como el agua) y nuestro patrimonio cultural, por la implementación de la reforma agraria integral, por la reactivación económica con inclusión social y por la profundización de la democracia con amplia participación popular para reorganizar el Estado al servicio del desarrollo nacional y los intereses de nuestro pueblo.
A nueve meses de iniciado el gobierno de Fernando Lugo y ante el solo anuncio de que dichos puntos forman parte de las demandas populares, la oligarquía y el conjunto de la derecha conservadora ha puesto en marcha una campaña que pretende asociar a las fuerzas progresistas y socialista con un proyecto antidemocrático. Notablemente, quienes forman parte e impulsan esas campañas fueron protagonistas y formaron parte de golpes militares, sangrientas dictaduras y enormes desfalcos a las arcas del pueblo, a lo largo de la historia de nuestro país.
Quienes alientan conspiraciones y juicios políticos no tienen otro objetivo que no sea impedir el cumplimiento de las expectativas de cambio de nuestro pueblo porque saben que es el paso inicial para encarar las grandes transformaciones estructurales que el país necesita.
Son los mismos grupos de la oligarquía y de la burguesía que han sido favorecidos por un modelo corrupto que alentó la impunidad de los grupos mafiosos, el enriquecimiento fraudulento, amparó a bancos y financieras al servicio de las más ruin especulación, también a los grandes latifundios - símbolos del no desarrollo y del poder de la oligarquía- y a la llamada “agricultura empresarial” y transnacional que usa y destruye nuestros recursos naturales, como por ejemplo sin aportar ningún desarrollo social!
Son quienes nunca respetaron los derechos de los trabajadores. Basta mirar las estadísticas para afirmar que el 70% de ellos no reciben los beneficios que legalmente les corresponde. Son quienes usaron los programas de salud y educación como banderas del prebendarismo y el electoralismo miserable e indigno.
Sabido es que el problema del poder es el problema principal de todo proceso transformador, de cambios revolucionarios. Tenemos la amarga experiencia que en nuestro país, desde la destrucción del Paraguay independiente por la Guerra de la Triple Alianza, el poder siempre ha estado en manos de una minoría servicial a intereses extranjeros. El pueblo era excluido y los paraguayos eran relegados en su propia tierra. Secuelas de este sistema sufrimos hasta hoy.
El Paraguay necesita avanzar hacia los cambios profundos, un proceso que solamente se podrá alcanzar con el empuje de las fuerzas populares, patrióticas y democráticas. Para ello es necesaria la unidad de las más amplias fuerzas sociales y políticas alrededor de un programa que proponga avanzar hacia los cambios reales y verdaderos.
Este gran espacio de unidad que empieza sobre puntos de coincidencias fundamentales está dispuesto a desarrollar una dura lucha políticas contra la derecha y los sectores conservadores que se oponen al cambio o buscan un cambio de fachada para no tocar los grandes privilegios y las injustas estructuras vigentes. Esa derecha está en las direcciones políticas de los partidos tradicionales y de todos los que representan a los intereses de la oligarquía y son fieles y sumisos a los dictados del imperialismo norteamericano y de las transnacionales.
Este Congreso es resultado de grandes luchas y experiencias de nuestro pueblo, es la maduración de un largo proceso que costó la vida de muchos luchadores por la democracia y por los intereses populares. Este Congreso es un acontecimiento trascendente que muestra no solamente un avance cuantitativo, también crea las condiciones favorables para consolidar la unidad sobre un programa que proponga luchar por un gobierno para las grandes mayorías sociales, un gobierno para derrotar a los grandes intereses del capital local e internacional que impiden el desarrollo nacional, un gobierno de los trabajadores, campesinos y de todo el pueblo.
Sin embargo, los objetivos de mediano y largo plazo se van construyendo en cada coyuntura. La gran tarea de hoy es exigir el cumplimiento de aquellos puntos esenciales del programa con que Fernando Lugo se comprometió con nuestro pueblo y del que hasta ahora se ha hecho poco o casi nada. Sostenemos que ninguno de esos puntos se llevará adelante sobre la base de pactos o acuerdos con sectores conservadores, sean estos opositores u oficialistas. Los grandes cambios serán resultados de la activa participación ciudadana y popular.
Sostenemos también que el proceso que se abrió el 20 de abril es independiente de este u otro gobierno. Es por eso que las mayorías populares están dispuestas a defenderlo y a avanzar con un programa de profundos cambios que se llevará adelante con la unidad, la movilización, la lucha democrática y popular.
El 20 de abril abrió una profunda crisis de dirección entre los sectores conservadores, motivo más que suficiente para reorganizar todas nuestras fuerzas políticas, sociales y populares y para convocar a este espacio unitario a todas las fuerzas de los trabajadores, campesinos, indígenas, jóvenes, estudiantes, mujeres, profesionales, intelectuales dispuestos e impulsar nuestras luchas unitarias alrededor de los siguientes puntos:
1°: Defensa y profundización del proceso democrático con participación del pueblo. Para ello, es necesario luchar de manera consecuente a favor de la reorientación del rol del ESTADO, mediante la aplicación de Políticas Públicas que atiendan las demandas sociales y que deben reflejarse en el Presupuesto General de Gastos de la Nación; el saneamiento del Poder Judicial, cuyos máximos exponentes, a pesar del repudio general de la ciudadanía se autoproclaman “inamovibles”. A la vez, integrantes del Parlamento, se escudan en sus fueros para defender a la mafia, legislando a favor de éstos y en contra de los intereses del Pueblo. La mafia y los sectores que se oponen al cambio se amparan y sostienen, a la vez, toda la estructura corrupta del Poder Judicial, del Poder Legislativo, la Fiscalía y del aparato burocrático administrativo, policial y militar.
2º La reforma agraria es la palanca para producir el gran cambio estructural en el Paraguay, impulsando la reorganización de la tenencia de la tierra y de la producción sobre la base de un plan estratégico de desarrollo nacional que, a su vez, represente una ruptura con el esquema de dependencia que permitió la apropiación de nuestros recursos naturales por los grandes monopolios desde fines de la guerra del 70. En este sentido, también reclamamos el derecho de los pueblos indígenas a sus tierras ancestrales y al desarrollo de su cultura.
3ºLa recuperación de la soberanía nacional sacudiendo la intervención y la dominación imperialista, es absolutamente necesaria para avanzar en la estrategia del gran cambio. Los tratados entreguistas de Itaipú y Yasyreta, además de constituir un saqueo sobre nuestros intereses, han lesionado la dignidad de nuestro pueblo y de esta región que pretende avanzar en un proceso de integración sobre la base de la solidaridad, el respeto y la soberanía de los pueblos. Nuestros recursos naturales, principalmente en la agricultura, están en manos de sectores empresariales -mayoritariamente extranjeros- que solamente persiguen el lucro, destruyen el sistema medioambiental con sus agrotóxicos, depredan nuestros bosques, y promueven la migración forzosa de campesinos e indígenas y la destrucción de la agricultura familiar de producción.
En esta marcha por la dignificación y la liberación de nuestro pueblo, por nuestra segunda y definitiva independencia, seguiremos con la organización, comunidad por comunidad, distrito por distrito, departamento por departamento, para construir la verdadera democracia con participación y protagonismo popular.
19 de Junio de 2009
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